En los últimos 50 años, se a apartado al ser humano de los animales y la naturaleza. Suplimos esa demanda con mascotas, pero la realidad es que se nos ha desconectado de nuestro patrimonio natural provocando una ruptura con nuestra naturaleza e identidad.
Por otro lado, el urbanismo está desvinculado a la naturaleza del ser humano y por lo tanto debe reconvertirse para proporcionar mejores condiciones para la salud física, mental e incluso espiritual.
Si una octava parte de las fachadas fuesen jardines verticales, se produciría una reforestación y reducción del CO2 de manera sorprendente que ayudaría al planeta.